El valle de Aísa está marcado por el recorrido del río Estarrún. Río y valle son uno, y el uno sin el otro no serían nada. El río ha sido el encargado de marcar sus laderas, campos, cascadas y arroyos. Es el que pone el toque de belleza a este valle de de por sí mágico. Y el que le proporciona no sólo el sustento, sino miles de posibilidades de diversión entre pozas, pesca y baños inesperados.
Nace en puerto, en el mismo puerto del Valle, más concretamente en los Llanos de Napazal. Desemboca en la margen derecha del río Aragón, cerca de Santa Cilia de Jaca. Pocos pero bellos kilómetros, que suponen un claro ejemplo representativo de los ríos de montaña húmeda calcárea, pertenecientes a la demarcación hidrográfica del Ebro.

Pero además, su cabecera, un tramo de 4,67 km, está protegida como reserva natural fluvial, dentro del parque natural de los Valles Occidentales. Es decir, está protegido por su escasa o nula intervención humana y con una elevada naturalidad.
«Una reserva natural fluvial debe de reunir una serie de características, como son la naturalidad del territorio donde se localiza el río, su buen estado ecológico, así como la ausencia de alteraciones hidromorfológicas o de actividades humanas y usos que puedan alterar tanto la calidad de sus aguas como su régimen natural».
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Es en esta misma cabecera donde el río discurre a través de nuestro precioso valle de Aísa, un valle abierto de alta montaña. Pero la magia la crea cuando se estrecha en gargantas y desfiladeros, creando esos preciosos arroyos donde uno puede bañarse y disfrutar de una piscina única en el mundo.
La ribera está ocupada, en buena parte del tramo considerado, por abetales riparios, típicos de las cabeceras de algunos ríos del Pirineo Central.
Si queréis conocer la belleza de esta reserva natural fluvial, os estamos esperando en nuestro alojamiento donde os contaremos todos los detalles.
